APRECIADO VISITANTE
Nos sentimos instados a empeñarnos a dar el último mensaje de amonestación al mundo. No porque nos consideremos superiores a los demás , sino que aquellos por quienes trabajemos vean que somos tan frágiles y débiles y sujetos a errores como ellos mismos y así adopten la verdad, mediante la preparación individual de cada uno de nosotros porque seguimos, la orden de Dios: “¡Apártense! ¡Apártense! ¡Salgan de allí! No toquen cosa inmunda. ¡Salgan de en medio de ella! Purifíquense los que portan los utensilios de Yahweh” (Isa. 52:11) y Pablo encarga a Timoteo “Ten cuidado de ti mismo y de la Doctrina” (1º Tim. 4:16).
Tenemos en claro que la obra debe principiar con nosotros los obreros, que debemos estar unidos con el Mesías como el sarmiento está unido a la vid, “Yo soy la vid, dijo Jesús vosotros los pámpanos” (Juan 15:5) , esto representa la relación más íntima posible que se pueda lograr, cuando estamos unidos con “Emanuel” (Dios con nosotros) (Mat. 1:23) ; porque bien dice el Mesías: “Sin mi nada podéis hacer” (Juan 15:5).
Queremos estar verdaderamente unidos con usted envueltos en la atmósfera del amor que emana de Dios, porque la naturaleza de “Dios es amor” (1° Juan 4:8), siendo día a día transformados de gloria en gloria a la imagen de su Hijo Jesucristo.
Jesús oro pidiendo al Padre por nosotros: “No intercedo solo por ellos, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú Padre mío eres en mí y yo en tí, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:20-21).
El mensaje que tenemos es mundial y debe llegar a todas las naciones, muchedumbres, pueblos y lenguas,
El Mesías nos ha elegido del mundo, para serle un pueblo peculiar y santo: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1º Ped. 2:9-10). “Él se dio a si mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y limpiar para si un pueblo propio, celoso de buena obras” (Tito 2:14).
Como obreros de Dios debemos ser hombres y mujeres de oración, diligentes estudiantes de su Santa Escritura, que tengamos siempre hambre y sed de justicia, a fin de que seamos una luz y fuerza para otros. Nuestro Dios es un Dios celoso y requiere que obremos y le adoremos en Espíritu y en verdad, en la hermosura de Su santidad.